
Así comenzó la nueva vida de Joyería Universal y la huella que marcaría en las aceras del Viejo San Juan bajo la comprometida tutela de Luis. De inmediato estableció el sello que hasta el día de hoy insiste en que distinga su negocio de otros. Esta sería una “joyería de autor”. Le gente vendría por la atención personal que les daría, siempre presente detrás del mostrador. Con su personalidad tranquila y la seguridad en sus conocimientos que irradia, Luis se gana de inmediato la confianza del cliente. “Mi filosofía es ayudar, no sólo vender. Guiar al novio que quiere sorprender a su novia con el brillante de compromiso, al esposo que no sabe qué regalarle a la esposa para el aniversario. ‘Te lo llevas’, les digo ‘y le das la sorpresa, y si a ella no le gusta, me lo traes y escogen otro’”.Hoy día, comenta, esta filosofía ha tomado nuevos giros debido a la economía. “Hoy ayudo a clientes de todas partes de la Isla que hace 15 años me compraron un diamante, un reloj, y hoy se ven obligados a venderlo o a vender joyas de familia”. Luis los compra, los repara y hace remodelar en estilos más modernos para el mercado local e internacional.
Transformar a Joyería Universal en punto de referencia y encuentro sanjuanero para el que busca comprar o vender una joya, en el nicho donde desarrolló y culminó sus aspiraciones empresariales y su vocación de joyero, es definitivamente un gran logro para Luis Kury. Logro que preparó el camino para uno más grande, dice, establecer su propia familia. Su vida es en esencia un recorrido entre las tres facetas de su diamante más preciado: su familia – su esposa Layza Torres, su hijo Luis Antonio de dos años… y el segundo que está en camino; su joyería y prepararse para correr una vez más el maratón de Nueva York en noviembre. Invariablemente el recorrido del entrenamiento lo lleva al Viejo San Juan, a pasar frente a la joyería y asegurarse de que todo esté en orden Universal antes de “regresar al punto de partida y meta”, su familia y su hogar.
Por Mariel Echegaray Fotos Senén Llanos