
Desde el otro día me duele la mano izquierda y adjudiqué el dolor a la falta de calcio; a la artritis, a una mala fuerza, al mal agarre, a la Coca Cola, a todo menos lo que en realidad fue. Estoy seguro que por tanto tecleo es que tengo el malestar. Y es que hubo texto del bueno, del apto y hasta del que no se debe publicar (al menos por ahora). Esa semana estuve como cuatro días escribiendo inercias y, como ya quiero que desaparezca el dolor, no he escrito nada en mi computadora desde hace días. Sin embargo, he pasado buen rato viendo televisión y asumiendo posturas de gente joven cuando veo los comerciales de candidatos a la presidencia de Estados Unidos (E.U.), ahora que se acercan las primarias. Para mi suerte soy bastante saludable. Pero ni siquiera con serlo evito la incitación que me crean esos comerciales llenos de tantas sonrisas. Las hay de todos los colores y tamaños, juraría que los graban con música de Bob Marley de fondo. Provocan tantas sensaciones en mí esos comerciales que prendieron de media manigueta mi muza, por lo que supe al instante que había literatura involucrada en mis ratos libres y un nuevo achaque que probablemente terminaré llamando Carpal Tunnel.

Me pasó primero con el multimillonario y actual candidato republicano Donald Trump, quien considero ha sido muy auténtico en la manera de reaccionar y responder a cada una de las preguntas que le hacen periodistas cuando él ofrece conferencias en las que detrás de su impecable podio contesta. Lo que no resulta natural en sus discursos (al menos para mí) son la cantidad de gestos que denota su ya conocida cara cuando un impaciente hombre espera la pregunta de algún periodista al que debería contestarle en buena lid. Trump, para mí es una de esas figuras ultra públicas que no me gustaría conocer sin tener cuatro guardias de seguridad merodeando mi espalda, la verdad el tipo me saca de concentración. Y más cuando mueve la quijada con rapidez y a la misma vez levanta la bemba mientras frunza sus pestañas. ¡Qué fuerte! Aunque le ha bajado dos en estos días.

Todo lo contrario con la ex secretaria de estado Hillary Diane Rodham Clinton, más conocida como Hillary Clinton, ella está llena de cualidades. Tiene carisma, es estudiosa y tiene una especie de confianza radicada en su ego que sabe utilizar con elegancia. Además de ser ex Secretaria de Estado, tiene estudios y grados académicos y, también fue senadora. Y como si fuera poco, fue primera dama de E.U. Lo que más destaco de Clinton es la tendencia que tiene de crear un patrón y dejar huella en lo que hace y que por supuesto cobra por ello. Y cobra en grande. Ella me intriga. Y más cuando vive sin rencores.

El también demócrata Bernie Sanders, quien es el más junior de todos los precandidatos a la anhelada presidencia de los Estados Unidos, tiene lo suyo. Más allá de la extensa relación que lleva con la política de su país, tiene un sin número de posturas que puede incluso convertirlas en ideales para muchísimas personas que lo siguen. Él es ese político chévere que me encantaría conocer en alguna presentación de su propia biografía y, además que en la misma pueda comprar su libro autografiado y si es posible que el momento quede impregnado con una fotografía. Creo que Sanders llega a transmitir confianza y apego nada más con verlo.

Ellos tres -demócrata o republicanos- y hasta los que se rajen a último momento, llevan una ardua batalla dentro de su contienda por ser el candidato oficial de sus respectivos partidos (excluyendo a Trump que ya es el candidato oficial por el partido Republicano) que me llama la atención porque percibo que la gente tiene un interés particular en estas elecciones. Todos ellos tienen su ejército a favor y sus militantes en contra. Creo que el aspecto de cada uno de ellos carga con muchas culpas cuando los imagino haciendo cosas comunes. Como por ejemplo, ¿Cómo hacen fila? de hecho, ¿como se pasman, o cómo lucen ante un desacierto? Me lo cuestiono a esta edad porque antes del segundo periodo de la vida que nace después de comprender cantidad de cosas, era imposible debido a que estaba casi convencido de que la gente famosa y principalmente los gobernadores y presidentes, no hacían lo que canta el cliché triplemente gastadísimo que escucho desde pequeño, de que una persona ¨común y corriente¨, es perfecta. Como si hacer necesidades fundamentales en nuestra coexistencia fuera asunto exclusivo de los desdichados. Por eso es que cuando hago el esfuerzo de entender que Trump pueda ser el ganador se me revuelca la tripa. Más allá de las necesidades básicas, como: comer, dormir, ir al baño, también existen necesidades que dentro de un estilo de vida -con agenda de trabajo incluida- (que también es una necesidad bien básica) hay que salir de la casa a comprar algo que hace falta, y de paso echar gasolina. Puntualizo esto porque me intriga saber cómo es la vida de quien puede llegar a ser el presidente de una de las naciones más poderosas del mundo.

Hablando de tripa, mi reacción si en algún momento me topo con alguno de ellos tres no la conoce nadie, ni siquiera yo. Lo que debo poner en mi mente es que si eso sucede, debo no desacreditar la habilidad que poseo de actuar impecable. Si eso pasara, espero estar sobrio porque hay mucho que debo cuestionarle. Si pasa o no, soy capaz de criticarles sin murmurar las malas ideas. De igual forma le voy a aplaudir sus buenos ideales. Pero que no jodan, me puedo enfrascar. De seguro todos los boricuas estamos en el mismo barco, y más los que se ¨quitaron¨ y se fueron de aquí para allá. Es responsabilidad de cada persona analizar las posturas y plataformas de cada pre candidato, incluso de los que no he mencionado. Aunque a estas alturas no haga falta. Finalmente, no sé qué pretensiones tiene el señor Trump de ser electo Presidente de los Estados Unidos, en una edad en la que debería apoyar algunas causas benéficas, disfrutar su bien merecida fortuna y broncearse en las mejores playas del mundo. El tipo me encanta, pero me encanta para volverme seguidor de algún espectáculo de televisión que tenga que ver con su excéntrica vida. Para más nada. Los demás, aunque no me derriten, me enganchan. Lo admito. He estado leyendo una que otra cosa de ellos pero no me motivan hasta ahora, siento que les falta decirme algo que me haga hincar a sus empeines y, que luego los defienda cuando cerca de mí alguien pueda desfavorecerles.

Respecto a la línea que me traza de primera la imagen de Clinton en mi forma de imaginarme una administración -que rompa el mal repetido estilo de repartir dinero en lo que no debería-, la veo lejos de cortar esa forma legal de gobernar. En lo que no debería también me refiero a los puestos de ¨confianza¨ que de nada sirven. En efecto, creo sentir sensaciones de desasosiego cuando imploro a todas luces que esos tres aspirantes y -los que no mencioné nunca- ganen el voto de los negros, de los amarillos, de los gays, de los rudos, de los religiosos, de todos, y que con su voto sean premiados con una gobernación imparcial de la que no tengamos que arrepentirnos luego. Como me pasó cuando hace cuatro años. Al menos sé que será madurito (a) el nuevo o nueva Presidente de los Estados Unidos de América.
Gerry Onel Martínez