Era evidente que nacería artista. Su sangre, más que Real, creativa, sería la encargada de dictar su destino. Se une el elemento del terruño y la cuna que lo vio nacer, la tierra del arte, y la buena gastronomía. El súper ultra famoso reconocido mundialmente Roberto Cavalli nació el 15 de noviembre de 1940 en Florencia, Italia y no debe haber nadie en el mundo que sea una representación más florentina, que él. Fue criado en un ambiente totalmente artístico: su madre Marcella era una prestigiosa modista mientras que su abuelo era el famoso pintor impresionista Giuseppe Macchiaiolo, cuyas obras aún se exhiben en la Galería de los Ufizzi en Florencia.
Fiestero y mujeriego, Roberto Cavalli, quien se llama a sí mismo “I’am the party”, se ha convertido, a su manera, en uno de los artistas contemporáneos más deseados. Ha conseguido que mucha gente dé la vida por “poder tener un Cavalli”. Dueño de un helicóptero, dos yates y una de las mejores ganaderías de caballos de Italia, todo en Roberto Cavalli resulta exagerado. Con su cigarro en mano, adora la extravagancia, la fama y a las mujeres, especialmente a las pequeñas, porque puedes “rodearlas cuando las besas”, según ha admitido en algunas ocasiones. “If they love me, I love them”, es su grito de guerra. Cinco son los herederos. Tomasso y Cristina, hijos del primer matrimonio de Cavalli; y Rachele, Daniele y Robin, de su unión de 30 años con Eva. Como padre orgulloso, de las paredes de su estudio cuelgan las fotos de sus hijos. “La familia significa todo para mí, se trata de un espacio vital y de un escudo, es lo que me mantiene vivo y motivado”, ha dicho en muchas ocasiones.
Asistió a la Academia de Bellas Artes de Florencia y allí aprendió las bases del diseño y el color. Con el tiempo se interesó en la relación entre la moda y la pintura con lo que inició un trabajo de investigación de materiales experimentando con nuevas tecnologías en su imprenta. En los años 60 obtuvo la patente de un revolucionario procedimiento de impresión sobre el cuero y utiliza este material para todo tipo de prendas. La piel, el diseño animal, las texturas y la vaporosidad dominan su estilo. Vestidos sencillos dejan de serlo nada más porque tienen un flair Cavalli. Incluso la nueva colección infantil deja ver esta personalidad, que a pesar de que han pasado los años, continúa intacta en sus diseños. Su filosofía se resume en una voluntad de convertir lo mediocre en bello. No le gusta autodenominarse diseñador; prefiere un término más contundente, como “artista de la moda”.
Su carrera internacional se consolida en 1972 cuando logra presentar su primer desfile, que tuvo lugar en la Sala Blanca del Palacio Pitti en Florencia, muy cerca de los cuadros de su también famoso abuelo. Obtiene gran aceptación por parte del público y a partir de ese momento comienza su avance hacia la fama. Esta colección fue prácticamente una apuesta. El derroche de fantasía, manifestado en escotes de vértigo, cortes espectaculares, pliegues y ‘prints’ felinos, se dio de bruces contra el «deprimente» minimalismo imperante de los ochenta y principios de los noventa. Frente a los negros, grises y marrones, Cavalli era un salpullido de color. La palabra minimalismo, no existe en su vocabulario. Cavalli se la jugó.
Entonces comenzó con líneas de ropa exclusivamente femeninas y con el tiempo incursionó en otros campos como la ropa para hombres, una línea para jóvenes, ropa interior, creaciones en punto, prendas casuales, gafas, relojes, diseños para niños y una línea para el hogar.
Precursor en el campo de la moda posee un inconfundible estilo que caracteriza sus diseños, mujeres sexys y muy femeninas. Líneas adherentes y adornos con pieles, plumas, strass y pedrería son característicos de sus colecciones.
En 1980 se casó con Eva Düringer, una austríaca aspirante al título de Miss Universo en 1978. Eva Düringer tenía 18 años y Roberto 37. Eva se llevó primero la corona, después al modisto al altar y, finalmente, lanzó la empresa al estrellato. Una de sus hazañas fue la capacidad de reconvertir la piel, volviéndola más suave, ligera y sofisticada. Sus jeans stretch con llamativos estampados y brillantes colores rompieron el minimalismo de mediados de los 90.
Vive en una hacienda en Italia junto con su mujer y sus hijos. Sigue haciendo fiestas y ocupándose de una de las ganaderías de caballos más prestigiosas de la región.