La primera impresión de la diseñadora de interiores Gretchen Daubón al llegar a esta residencia fue el gigantesco árbol centenario y la inmensa roca de donde parecía nacer la casa. Adentro, todas las divisiones de las áreas familiares estaban literalmente en el suelo pues los residentes, una joven familia de cinco, querían crear un gran espacio abierto para entretener y compartir, más acorde con su estilo de vida activo. Gretchen tendría un hermoso lienzo casi en blanco para su diseño en el cual debía incorporar la colección de antigüedades de la familia, unas heredadas y otras adquiridas durante sus viajes, y a la vez mantener un estilo moderno en el conjunto. El reto sería mezclar épocas y estilos, reinventar el plano de esta área de la casa, e incorporar a los interiores el tema de la majestuosidad del árbol y la roca. Lo primero que hizo fue abrir ventanales de cristal en la sala y la sala de estar para que entrara más luz y estos dos elementos dejaran sentir su presencia. Luego revistió paredes y columnas en maderas en todas las tonalidades y colocó techos en tabloncillo para darle calidez a los elementos piedra.
Para lograr un ambiente ni frío ni recargado hacia lo antiguo, introdujo piezas como un tablillero flotante en maderas de diferentes colores, diseñado por ella, cómodos sofás, mullidos cojines decorativos en colores brillantes y variedad de texturas. En un ángulo de la sala, colocó la cava de vinos que recoge los temas madera y piedra y es punto focal y pieza de conversación. Utilizó las alfombras persa de la familia y colocó estratégicamente las piezas de colección. La paleta de colores de fondo es neutral para que se destaquen la multiplicidad de colores brillantes como tonos magenta, azul brillante y rojo de las antigüedades y obras de arte.
El resultado obtenido por Gretchen es la fluida transición de espacios abiertos y acogedores que albergan armoniosamente piezas de época y modernas e incorporan elementos de la naturaleza exterior que le dan su personalidad a esta residencia.